miércoles, 10 de junio de 2009

LA VUELTA AL HOGAR

Por: Edilberto, Lucero y Dagoberto


Las casas de palma refrescan el cuerpo humano, en los ranchos enverdecidos entre árboles y arbustos, rodeados del aroma del maíz, del café, el brameo del ganado, el maullar de los gatos, el ladrido estridente de los perros y las caricias melódicas del canto de los pájaros.
Solovino padre de 8 hijos, dueño del rancho, ya no veía por donde caminar con su alma y su cuerpo. Pues la milpa ya no rinde ni para calzar a la familia, los precios de los productos han subido en el mercado, ahora ya ni tienen para comer.

Que dura situación, Solovino, no tiene otra opción más que migrar. De noche con la luna fría, pasada en el firmamento entre algodones tormentosos, amenazantes de lluvia, platicaba con su esposa, sobre su salida hacia los estados unidos. Ella muy afligida lo mira a los ojos y le dice, en esta vida pues hay que buscarle y aunque me duela mucho tu partida, pues la situación económica en la que nos encontramos no esta nada bien, nuestros hijos están creciendo, tenemos muchos gastos con la escuela, la casa y no rinde el dinero.
Para la suerte de Solovino, ese día su primo habla por teléfono quien lo anima a irse, después de haberle contado que en EEUU, la vida es mas cómoda, hay mucho trabajo y pagan en dólares, el mismo contacta al coyote.

Pasaron dos días Solovino prepara su equipaje, lo más útil que pudo encontrar para no abultarse y el viaje sea menos pesado; partió de su casa muy temprano con un destino inseguro, llena de sorpresas inesperadas.

Tras largas horas de viaje, dentro del autobús, con personas con destino distintos, llegó hasta la frontera, cansado y tenso, pero muy ilusionado con cruzar a los EEUU con bien, para poder sacar de la pobreza y limitaciones a su familia.

Con frio caminaron toda la noche en el desierto, aturdido con el viento polvoriento de arena fina; como limos en la cara se deslizan sobre el vaivén de las piernas macizas forjadas en los trabajaderos calurosos de su tierra.

La gente lo ve llegar, es un nuevo foráneo que se suma al clan de los indocumentados, en los apartamentos clandestinos, protegidos contra la migra. Aliviado de estar en buenas manos, se recuesta para tomar aire, y aceitar su alma que ha sido desgastada por el viaje largo que ha recorrido para cumplir con su sueño de cobrar en dólares.
Que cambio de clima, todo es diferente, la gente no habla igual en las afueras, las calles son diferentes, la comida no sabe igual, se extraña la tortilla, el chile, el río y las bailes con la banda de música.

Le da un poco de nostalgia recordar a sus seres queridos y a su comunidad, pero se tiene que adaptar a la nueva cultura, su pensamientos estructurados ¬–su subjetividad-, y hábitos le ayudan a interpretar las acciones de las personas, pero esas pautas que el trae no coinciden con las del nuevo grupo en la cual se encuentra.

El calor del asfalto asfixia más que el calor en el rancho. Tiene que trabajar de sol a sol, para sacar un poco más de dinero, quedándose en tiempos extras, es una dura situación, pero sus ansias de salir adelante lo mantienen decididamente. Su patrón es muy exigente, pero le pagan bien. Ahora lo ha mandado a una escuela para que aprenda ingles, pero prefiere ganar más dinero que gastar en la escuela por unas cuantas palabras que después ya no les va a servir.
Ya después de cinco años bajo un clima de trabajo arduo día a día, se decide en regresar a su comunidad natal, con la ilusión de ver a su familia en otras condiciones. Durante su estancia decidió construir una casita y comprarse un carrito, uno de los máximos anhelos de su vida, pero no ha invertido en otras cosas más que un poco en el ganado, pero no es nada estable, el mercado aun sigue es decadencia. La crisis económica está afectando a muchos y Solovino no es la excepción.

Camino hacia la terminal compró el boleto de avión, emprendió el vuelo hacia el hogar. Y conto su historia.
Oigo cantos de pájaros por todos lados, la calor del sol a provocado que en mi cuerpo se escurran las aguas saladas con aroma a tierra, siento que el clima ya no es el mismo de antes, miro a mi gente y murmuran cosas que diciendo siento, dicen ya llegó el norteño. Alguno dice bienvenido hermano, que bien que ya estés con nosotros, en esta tierra hermosa que vio dar tus primeros pasos.

Siento entonces el respeto y el valor de la gente que uno deja, me siento con más fuerzas, con más emoción.
En esta tierra tuya, ya no eres el mismo foráneo que se había ausentado, tu personalidad cambia, te sientes libre como aquel pajarillo que se mira en el cielo disfrutando de su vuelo, -me dicen-, quiero llorar de emoción, pero me contengo.

Cuando camino por las calles del pueblillo veo que las cosas están cambiando, se logra ver a la ligera que hay más movimientos, que las casas de palmas la están cambiando por casas de concretos, es una lastima para mi, porque las de antes son más frescas-, me preguntas cómo le hizo mi gente, la verdad se me hace difícil creerlo, de repente vez a un niño por las calles, su rostro te confunde, sientes que ese pequeño no es de la comunidad y de repente le preguntas a alguien quien es ese niño te dicen es hijo de tal fulano; “ha chingau no creí que ya fuera padre de familia el cabrón”, se escucha aquel regionalismo, palabrillas que uno adopta con otras personas, son esas relaciones sociales que necesariamente tienen que vivirse para sentirse parte del grupo.

Pero en fin lo que importa es el sentimiento que uno vive a su llegada, a su regreso con su gente, al hogar que le dio cobija ante su niñez y adolescencia. Al estar con mis padres me siente diferente, un muchacho más educado, quizá por el tiempo que no estuve con ellos. La lejanía de mis seres queridos me ayudó a valoras las cosas, a verlos de distintas manera, a derramar lágrimas si es posible.

Oh, que diferente, el regreso al hogar es la experiencia más bonita que uno puede vivir, la confianza que no la puedes encontrar en ningún otra parte del mundo, de regreso al hogar es como volver a nacer.